Por: Ira Franco
Aunque no nos demos cuenta, el aire que respiramos, el agua que bebemos y gran parte de los alimentos que consumimos están llenos de material fecal. Si no se toman las medidas necesarias, esta situación se puede convertir en un problema grave de contaminación ambiental y de salud pública.
Vivir en una ciudad implica respirar aire contaminado con materia fecal debido a que el asfalto facilita que sus compuestos se sequen y vuelen con el viento. “El pavimento desencadena la proliferación de hongos, esporas y bacterias que respiramos”, asegura Irma Rosas, jefa del departamento de Aerobiología de la UNAM. “No todas las partículas son patógenas (causantes de enfermedades) o ya estaríamos muertos, pero es un hecho que un gran porcentaje de partículas en México proviene del fecalismo”, agrega. De acuerdo con el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el polvo orgánico se mide en bacterias contaminadoras del aire por metro cúbico (CFU), y en México ese índice es al menos cinco veces mayor al recomendable. El mismo centro explica que la contaminación por fecalismo ocurre así: en época de sequía las heces se deshidratan y el viento las dispersa; en temporada de lluvias son disueltas y el agua las arrastra hasta donde quedan estancadas, contaminando por filtración todo a su paso, incluyendo tuberías de agua potable en mal estado.
En el DF hay 1.2 millones de perros que producen 500 000 kilos de materia fecal al año.
Falta de conciencia
Un estudio del Centro de Higiene de la Universidad de Londres, realizado con 40 000 personas, sugiere que la sensación de asco evolucionó en el ser humano para protegernos de ciertas enfermedades, defensa que suena lógica cuando hablamos de nuestra natural aversión a la materia fecal. “Lo extraño es que en México muchas personas asumen que el fecalismo es un asunto sin consecuencias graves. Nos hacemos tontos y, si nadie nos ve, no recogemos las gracias de nuestro perro. Es contraproducente porque eso que dejamos lo respiramos nosotros mismos”, dice el médico veterinario José Ignacio Padilla, presidente del Grupo Ecología 7.
Otro análisis publicado en The Journal of Infection in Developing Countries (JIDC) apunta que la contaminación fecal aumenta en ciudades pobres, sobrepobladas y sin suficientes áreas verdes, como el Distrito Federal. Sostiene además que respirar estas partículas podría ser la principal causa de la resistencia a los antibióticos. “Muy poca gente sabe que los residuos de heces en el pasto o piso se evaporan, y al ser inhalados generan inflamación del tracto respiratorio, situación que te deja listo para contraer cualquier infección en vías respiratorias o en ojos”, dice la doctora Rosas.
Los padecimientos más comunes se vinculan con la presencia de heces en el agua, que desencadena toda clase de enfermedades gastrointestinales ocasionadas por bacterias de la familia Escherichia coli. “Tragar materia fecal puede darse de varias formas; una de las más recurrentes sucede en los parques, donde los niños juegan con las pelotas que recogen del suelo toda clase de suciedad, luego se llevan las manos a la boca”.
En las heces y en la orina de los animales hay una enorme variedad de zoonosis, como se le llama al grupo de enfermedades transmitidas por animales al hombre.
Padecimientos y síntomas
1. Anquilostomiasis. Vómito, diarrea y lesiones en ojos y mucosas.
2. Toxoplasmosis. Ceguera y daños en el sistema nervioso de los fetos humanos.
3. Leptospirosis. Síntomas de gripe, pero puede causar daño hepático.
4. Esporotricosis. Úlceras en la piel.
El problema también está en casa
“Incluso en términos mecánicos y prácticos los excrementos son peligrosos debido a que ocasionan accidentes como resbalones y caídas”, dice Padilla.
La escasa cultura empeora la situación debido a que las heces humanas también forman parte del problema, situación que podría evitarse si la gente dejara esa vieja costumbre de tirar el papel sucio en el bote de basura, en el que, al secarse, las partículas vuelan y son respiradas por toda la familia. Al respecto, la investigadora Rosas señala que esta práctica era promovida en México cuando aún existían las fosas sépticas que se tapaban, pero desde que los sistemas de drenaje prevalecen (al menos dos décadas efectivas en uso), ya no es necesario. El papel del baño está diseñado para deshacerse en el agua del escusado y mantenerlo en un cesto sólo aumenta el riesgo de exposición a esos gérmenes. Si las moscas pululan por ahí, como lo hacen en los tiraderos o en los contenedores, la posibilidad de que lleguen a los alimentos es alta.
En esta falta de información también caen los dueños de los perros que convierten los espacios públicos en grandes retretes caninos. “Proponemos que la gente construya azoteas verdes o jardines particulares para que sus mascotas puedan defecar ahí; estos residuos sólo deberán tirarse en el inodoro y bajar la palanca”, sugiere Padilla. Para el especialista, no se trata de prohibir el paseo de animales al aire libre, sino de evitar que defequen por todos lados porque aun recogiendo “sus gracias” quedan residuos que regresan a nuestras casas en las suelas de los zapatos. En cualquier caso, es imperante que las personas levanten las heces y no cierren las bolsitas de plástico, pues así no se pueden reciclar y se inicia de nuevo un ciclo contaminante.
Mucha gente odia a las palomas porque cree que defecan, manchan y propagan enfermedades, pero no se dan cuenta de que son los perros los animales que más regulación necesitan en materia de fecalismo. “Estas aves transmiten sólo 11 padecimientos, mientras que los perros y gatos transmiten hasta 33, incluyendo enfermedades bacterianas, fungales, parasitarias y virales. Hay que recordar que el excremento que yo tiro cerca de mi casa, yo mismo lo voy a respirar”, advierte Padilla.
No obstante, no perdamos de vista que “los perritos también son víctimas y existen casos trágicos porque la gente, cansada de que los dueños no recojan las heces, los envenenan. Hace poco hubo más de 60 perros envenenados en el Parque Hundido de la ciudad de México. Lo adecuado es que se construyan plazas específicas para perros, terrenos baldíos que se conviertan en jardines caninos donde puedan estar tranquilos y más a gusto”, apunta el veterinario.
A pesar de que la Ley de Cultura Cívica en el Distrito Federal establece una multa de 11 a 20 días de salario mínimo o arresto de 13 a 24 horas por no recoger el excremento de los animales, la gente prefiere seguirse de largo sin levantar lo que hizo su mascota porque difícilmente habrá un policía detrás para hacer justicia.
La relación con el calentamiento global
Las heces de los animales también contribuyen al calentamiento global debido a que producen gas metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2) a partir de la fermentación de la celulosa y el almidón que contienen, además del óxido nitroso (N2O) que a largo plazo puede ser un factor en contra de la fertilidad de los suelos.
De acuerdo a datos de Conacyt, una vaca de media tonelada puede producir hasta 450 litros de metano al día, un gas que posee 23 veces más la capacidad de efecto invernadero que el CO2.